martes, 28 de enero de 2014

El juego



En la plaza la fila de niños ondula y se cierra en un circulo. La que manda se sitúa en el centro y cuenta hasta diez, luego el círculo se rompe y los niños corren buscando su mejor escondite. Engañoso escondite porque pronto, la mayor, con las piernas cubiertas de ronchas rojas, va descubriendo, sabihonda, a cada niño por el lugar y por su nombre: -en la esquina fulanito, te he visto –detrás de esa puerta, tú, te he visto. Los niños vuelven desganados y la mayor ordena otro círculo, cuenta hasta diez, luego el círculo se rompe y vuelven a esconderse.  Rayas con tiza el patio fresco de tu casa, y con tu pie de niña empujas un trozo de teja, golpeas con la fuerza justa y medida para que la teja alcance el rectángulo, porque en la raya no vale; me ganas, pero mi victoria es otra: ver como repican tus dos coletas a cada salto y tus bragas de espuma de colorines.








viernes, 24 de enero de 2014

tres



Había momentos en los que nos invadía un sentimiento de felicidad y era porque nos parecía que todas las piezas en las que se resumía nuestra existencia encajaban. Todo era perfecto en las tardes de paseo hasta el estanque de peces de colores donde crecían unos rosales primorosos, y del que, con una bomba de mano, extraíamos agua para avivar las hojas de menta, la menta con que la que perfumábamos nuestras manos y que refrescaba nuestras horas; en fin… dios existía y nos amaba. Había momentos de un sentimiento de fatal amargura y era porque nos parecía estar abandonados, como niños apestados,  esos que arrinconados en el patio del colegio soportan inermes crueles insultos. No había consuelo suficiente para nuestro ánimo y caminábamos  a tientas por entre las horas infinitas;  en fin…el tiempo era un perro feroz que nos mordía.  Había momentos de inercia y era un empuje anónimo, una corriente que nos empujaba el cuerpo y la voluntad por un reino inanimado, y no nos resistíamos porque daba igual dónde ir; como esas zorras viejas que corren hambrientas campo a través  mirando temerosas hacia atrás, huyendo inútilmente de una amenaza que temen  inmediata pero que no existe.



sábado, 18 de enero de 2014

el inspector provincial



Como colofón al año escolar, el Sr. Inspector Provincial vendrá para evaluar nuestros conocimientos. Su forma de operar es como sigue. Llega una mañana sin mediar notificación, conduciendo  un SEAT 1.500,  embutido en un traje de chaqueta gris y calzado con unos zapatos negros con brillo. El inspector se coloca en una posición tal que ninguno escapa a su mirada y nos trata de usted. El elige  al alumno que, de pie, ha de contestar a su pregunta. Extrae los nombres de una lista manuscrita facilitada por el maestro titular. A no dudar repasará el sistema métrico decimal y no faltarán los quebrados ni una división por decimales. Certus, mas incertus quando. Esta amenaza nos apresa y oscurece nuestro horizonte. En la conversación  se revive la angustia del silencio previo a oírse un nombre, la humillación de la ignorancia; todo muy similar a los trámites de una ejecución sumaria. Por eso las anginas son un respiro, el jarabe terroso es puro almíbar, y no importan los días de convalecencia aburrida junto a la estufa, todo es nada si lo comparamos con el drama escolar que supone la visita del inspector provincial.



de senectute

no se empuja a los viejos, a las sombras no se les debe empujar. Pero yo sé que tú no puedes evitarlo porque, es verdad, que esa sombra menuda y encorvada sigue como desvariada todos tus pasos. Desde la mañana te siguen sin descanso sus alpargatas negras y enlutadas con sus motitas de cal. Pero un día tu serás vieja y tus pechos serán de arena, nadie los acariciará y se consumirán bajo la oscura toquilla de lana, caminarás desorientada por la casa sorbiendo tus mocos. Un avemaría y tres padresnuestros. Ego te absolvo; vete en paz  y no empujes más.