domingo, 26 de junio de 2016

pequeñas victorias








pequeñas victorias. en 1972 llegó el agua corriente a la fregadera de casa, esta fue una gran victoria para mi madre, tanto, que se le escaparon unas lagrimas; el agua caliente tardó unos años más; en 1974 se instaló un retrete con su lavabo y una gran bañera de hierro cerámico en tono rosa; hasta entonces cagábamos en la cuadra, en el mismo sitio dónde dormían dos cabras, una gris ceniza y otra en banco y negro, en los amplios pliegos de los periódicos de entonces, el ABC, el HERALDO DE ARAGÓN y hasta en LA VANGUARDIA, ejemplares retrasados que nos daba un terrateniente catalán; así que lo mismo te cagabas encima de la carita de Franco que en la de Carrero Blanco, en la del gobernador civil de turno, encima de una cena de gala de las autoridades provinciales en el Casino de Huesca, o encima de la mismísima Virgen del Pilar. Hasta que llegó el agua potable, la traían mis padres desde la fuente en un carrito para cuatro cántaros; de la fuente salía un tubo que alimentaba el abrevadero, allí había muchas sanguijuelas que se movían de aquí para allá, había sanguijuelas en todas las fases de crecimiento, todas al acecho, esperando la hora en que el ganado y las caballerías se amorraran a beber para engancharse en sus bocas.