viernes, 23 de septiembre de 2016

la estación











Sobre la silla está preparada la ropa buena para el viaje. Reunidos en la cocina la noche de antes, al calor del fuego se cuenta el dinero. De madrugada apuramos sin ganas un vaso de leche, tras la ventana se muestra la oscuridad retrasada del invierno. Este tiempo idóneo para nada, de apariencia lenta, infinitamente fracturado.Ya en la carretera, dura de piedras, nos abrazamos para que no se escape el calor de nuestros cuerpos y encaramos la estación,  a lo lejos, con sus luces humildes titilando entre la neblina; aceleramos el paso, siempre con miedo a perder el tren. Tu perfume, de un aroma pesado, se confunde con el olor de la tierra húmeda removida por los arados; en una mano llevas los zapatos para no romper los tacones con las piedras,  con la otra tiras de mi para que no me rezague. Atrás queda la balsa seca con los esqueletos de las ranas pegados al barro endurecido, la balsa seca y estéril  en la que, en donde solo había juncos, creí ver un  lago cristalino bordeado de sauces sobre el agua, profundo lago hoy cubierto de cagarrutas de ovejas.