3o de enero de 2020. el año pasado conocí a un mujer que me besó; sus labios eran dulces y su cuello acogedor; esto último lo he comprobado más tarde, aunque lo intuía es placentero asegurarse. Su mirada me suplicaba y percibí cierta desolación. La besé dulcemente, no soporto introducir la lengua hasta la glotis; la desolación es general.
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