Como colofón al año escolar, el
Sr. Inspector Provincial vendrá para evaluar nuestros conocimientos. Su forma
de operar es como sigue. Llega una mañana sin mediar notificación, conduciendo un SEAT 1.500, embutido en un traje de chaqueta gris y
calzado con unos zapatos negros con brillo. El inspector se coloca en una
posición tal que ninguno escapa a su mirada y nos trata de usted. El elige al alumno que, de pie, ha de contestar a su
pregunta. Extrae los nombres de una lista manuscrita facilitada por el maestro
titular. A no dudar repasará el sistema métrico decimal y no faltarán los
quebrados ni una división por decimales. Certus, mas incertus quando. Esta
amenaza nos apresa y oscurece nuestro horizonte. En la conversación se revive la angustia del silencio previo a
oírse un nombre, la humillación de la ignorancia; todo muy similar a los trámites
de una ejecución sumaria. Por eso las anginas son un respiro, el jarabe terroso
es puro almíbar, y no importan los días de convalecencia aburrida junto a la
estufa, todo es nada si lo comparamos con el drama escolar que supone la visita
del inspector provincial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario